OMG! Casi un mes sin escribir por estos lares, tantas cosas que contar y tan poco tiempo y calma para hacerlo, porque ya saben que soy muy quisquilloso para todo, en especial para escribir. Sin embargo, los pondré al corriente muy pronto. Agredezco infinitamente a quienes me mandan e-mails, recordándome mantener mi bitácora "en forma". Aquí les dejo el pequeño adelanto de un relato que denominé " EL AMOR ES UNA PESTE"...
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Abstraída en sus demonios internos y desvaríos febriles, Amelia seguía caminando por aquella calle estrecha , nunca se había sentido tan sola como aquel jueves. Estaba hambrienta y con sueño, pero algo le saltó adentro y lo supo entonces, sin lágrimas ni premoniciones: era hora de cambiar de rumbo, de tomar las riendas de su vida (¿acaso tenía una?) y sobretodo de olvidarse de él. Ahora recordaba con claridad las palabras de su madre, lo cual era extraño porque ella, Carmen, nunca abría la boca excepto para tragar y quejarse, pensar que soportó veinte años aquel martirio.
En fin, cuando Carmen se entero de que Richard, su hijo mayor, iba a casarse con la secretaria, montó en cólera y dijo: EL AMOR ES UNA PESTE, luego se desmayó y sobrevino un confuso pero hilarante momento. Frase que dejó muy marcada a Amelia, digamos que para siempre.
Sin embargo, ahora casada, madre de dos mujeres ejemplares y dueña de un próspero emporio comercial no entendía por qué nunca fue plenamente feliz. Acaso Dios, aquel lejano icono en el que dejó de creer a los 16, había conspirado contra ella o la felicidad no pasaba de ser una broma absurda del destino.
Sin embargo, ahora casada, madre de dos mujeres ejemplares y dueña de un próspero emporio comercial no entendía por qué nunca fue plenamente feliz. Acaso Dios, aquel lejano icono en el que dejó de creer a los 16, había conspirado contra ella o la felicidad no pasaba de ser una broma absurda del destino.
El destino ¿es algo que se hace día a día o viene contigo en tu ADN? Nunca lo sabré, pensaba Amelia, pero de algo estaba completamente segura: él nunca fue para ella. Recordaba cómo se sintió cuando sus miradas se cruzaron, ella no creía en el amor a primera vista, ya la habían amado antes pero esta vez la sensación era diferente: suave, dulce, candente y urgida.