sábado, 9 de agosto de 2008

EL HURACÁN LLEVA SU NOMBRE


Sin lugar a dudas, Jaime Bayly posee una creatividad, mordacidad y talento que atraen a un gran número de personas, quienes lo han posicionado como uno de los comunicadores más influyentes de la sociedad peruana. Se inició como periodista político, luego incursionó como presentador de televisión y escritor, ganando inclusive notoriedad a nivel mundial en sus más de veinte años de carrera. Actualmente, es un escritor independiente que vende sus columnas a diarios nacionales así como extranjeros. Paralelamente, conduce un programa televisivo de entrevistas llamado “El Francotirador”, que a mi parecer ha menguado su credibilidad debido a los contenidos banales que propala.


Como escritor maneja una gramática bastante aceptable y su narración resulta atractiva desde las primeras páginas puesto que presenta historias con perspectiva humana y urbana. Ha dejado lejos su rol de periodista que informa o promueve contenidos académicos, prefiere contar sus propias miserias e histerias. Sin embargo debo de admitir que disfruto plenamente del singular estilo que despliega en cada escrito, quizá por causa de sus ya consabidas temáticas personales. Es de igual modo, rescatable el adecuado uso de modismos, regionalismo y giros idiomáticos empleados en todas sus obras.


Su expresión verbal resulta bastante accesible y presenta un ambiente ligero que cubre las expectativas del público. Pero cabe resaltar que existen ciertas muestras de elaboración en el discurso de Bayly; al usar sinónimos y algunas frases rebuscadas, pero sin algún contenido rescatable en muchas ocasiones. Es un bufón más de la corte televisiva, que mayormente busca divertir a la audiencia a costa de enredos ajenos y algunas situaciones ridiculizantes hasta para él mismo. Suele ser redundante, marcando una diferencia bastante considerable entre la forma en la que habla y la que escribe.


Jaime Bayly se mantiene en la cresta de la ola tanto por sus afirmaciones dramáticas como por sus escritos cautivadores, aunque dejándose invadir últimamente (y lamentablemente) por una tendencia light y hasta superficial, imperante en buena parte de las sociedades subdesarrolladas.