Los buses (micros) y el transporte en general son lo más parecido al INFIERNO: las personas friccionándose, casi respirándose en las sienes y con gotas de sudor empapándoles el cuello.
En medio del calor utópico y la rutina sofocante de estos días, me parece ver un número mayor de padres jóvenes y sus crios recién nacidos en todas partes: me los cruzo en las avenidas, por los parques, en buses, en las esquinas, y hasta en mis cavilaciones internas.
Pensar que tengo tantos amigos y amigas que son padres a temprana edad, admiro su valentía, su templaza porque traer un nuevo habitante al universo ya que es un trabajo maravilloso pero también todo un desafío.
Hay que esforzarse al máximo para que todo salga bien, para cubrir sus necesidades y brindarles una calidad de vida adecuada. Debe ser un proceso adorable y problemático (la eterna dicotomía) aprender con ellos, verlos crecer y emerger apoyándoles SIEMPRE.
En cambio cuando los hijos llegan en el otoño de la existencia, hay menos tiempo y algunas preocupaciones extra que no dejan presenciar el fenómeno más de cerca. Lo digo por mi caso, de todos modos tengo recuerdos encantadores de mi remota infancia que siempre ha regido ciertos aspectos de mi personalidad.
Debo confesar que ÚLTIMAMENTE se me despertó la sensibilidad familiar pero siempre he tenido el firme convencimiento de que algunos placeres y vicisitudes de este mundo me están completamente VEDADOS.
Así que debo encontrar otras rutas de desarrollo personal, me conformo con las mascotas...
T_T