sábado, 8 de noviembre de 2008

PREFIERO COMER SOLO QUE MAL ACOMPAÑADO


Es sábado, son las nueve de la mañana. Despierto abrazado al teléfono móvil, siento algo de frío pero decido ir, descalzo, al baño y luego paso por la cocina, a beber mi habitual vaso de yogurt sabor a vainilla francesa. Sé que hoy no haré nada productivo, será mi primer sábado de completo solaz doméstico en más de cinco meses.




Caigo en la cuenta que XYZ no me ha llamado, como me prometió ayer antes de salir en puntillas de casa. En el fondo, ya sabía que no me llamaría y me alegra. Tengo esa tendencia autodestructiva y extraña a sabotear mi propia felicidad, cuando me siento demasiado bien y las cosas van tomando cuerpo y sentido con alguien, decido dar la vuelta de tuerca. Ilógico pero cierto. Que últimamente no tengo interés en involucrarme sentimentalmente con nadie (aunque sí, físicamente), necesito “restañar” mis heridas. Y eso me tomará algún tiempo considerable.




Ahora suena el teléfono fijo, me saca del absurdo ensimismamiento, es Techy, mi madre, que ya planifico mi mañana de ocio, encargándome (en tono imperativo) algunas labores sencillas de hogar. Acepto sin decirle nada, aunque bien podría decirle que me he ganado el derecho a estar en paz, a descansar, a hacer nada y rascarme el bajo vientre aunque sea hoy. Pero no tengo ánimo revanchista. Empiezo a limpiar mi dormitorio, bostezo ligeramente. Ordeno mi escritorio, toda una tarea titánica. Pero me asalta la molicie, me tiro a la cama a leer a Bayly, en su nueva entrega literaria: El canalla sentimental, un libro bien entretenido que ya comentaré (reseñaré, postearé) más adelante. Luego, me conecto a Internet. Reniego del pésimo servicio que viene prestando Telefónica del Perú estos días. A duras penas reviso la bandeja de entrada. Noticias de Lore, aunque me parece algo muy telegráfico, supongo que es por el trabajo. Me aburro de encontrar a quienes encuentro, no entro a ningún foro porque el explorador se me pone terco. Escucho música, pero decido apagar todo y volver a leer.




Como una sana manzana, y veo que es hora de mi madre regrese del trabajo. Me pongo a cocinar, pero no prepararé algo muy elaborado: lavo el arroz, empiezo a aderezarlo con ajos. Me doy cuenta que no tengo un pelador eléctrico, desgracia, pienso. Pero hoy tengo tiempo de sobra, resignado busco un cuchillo y a pesar que siempre he sido habilidoso con ellos, tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no rebanarme los dedos. Es que eres un engreído y últimamente no quieres hacer nada, me recrimina alguien que me quiere mucho: MI ALTER EGO Puede que tengas razón, le digo, pero es que ando bastante ocupado. Mira, le dije se supone que debería estar terminando un artículo para una revista de NOVIOS (de la cual, irónicamente, soy parte, ya que no creo en el matrimonio pero me entusiasma el proyecto- eso pesa más, no?), elaborando un guión en inglés para un cortometraje musical de la universidad, y muchas otras cosas. Mi alter ego, calla una fracción de segundo, y susurra: siempre te ocupas y saturas para no aceptar los fracasos de tu vida amorosa. Me río, tiene razón pero dejo que siga chillando, que pelar papas requiere concentración. Preparo jugo de fresas, con bastante azúcar, al infierno las calorías que no importa morir gordo si sé es feliz como un manatí. Por “cosas de la vida”, cuando cocino para alguien (que no ocurre con frecuencia) me dejan plantado con todo listo y servido. Mamá no tendría porque ser la excepción…




Mientras mastico lerdamente mi almuerzo, y siento lástima por desperdiciar comida que tantas personas podría necesitar, vibra el móvil: un sms de XYZ, pero esta vez no he de responderle.




Pienso que no preciso más que estar conmigo mismo hoy, y es mejor que estar con alguien que me mira con ardor, pero que media hora después "viene" y se "va"… Al final de la batalla, y muerto el combatiente (Masa- César Vallejo), estoy convencido que la soledad no es tan mala conmigo, me ha dado mucho, jamás me ha abandonado. Al menos hasta hoy.